La limpieza de los oídos es algo que siempre ha preocupado al hombre. De hecho, en el siglo I Cornelio Celso en su Tratado de Medicina ya ofrecía una serie de remedios para eliminar el cerumen acumulado en los oídos. Hoy, con todo lo que la ciencia médica ha avanzado, se sabe que no hace falta recurrir a pócimas y otros brebajes para mantener nuestros pabellones auditivos bien limpios, y que cuando la cera acumulada forma un tapón se puede eliminar de forma sencilla. Eso sí, conviene hacerlo siempre en la consulta de un médico.
Cómo lavar los oídos: ni bastoncillos, ni espráis
Como nos explica el doctor Luis Lassaletta, presidente de la Comisión de Otología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) y jefe de sección del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Universitario La Paz de Madrid, “el oído externo se limpia solo”. Pero, ¡cuidado!, porque el oído externo no abarca solo el pabellón auditivo, lo que más popularmente se conoce como oreja, sino que también incluye el canal auditivo y el tímpano, es decir, algunas de las partes que no se ven y no asoman al exterior.
Eso quiere decir que, como nos dice el doctor Lassaletta, no hay ninguna necesidad de introducir nada dentro para que se limpie. Ni la punta de la toalla o de una gasa o de un pañuelo, y mucho menos los hisopos o bastoncillos para los oídos de papel, algodón u otros materiales. En este punto el doctor Lassaletta es taxativo: “los bastoncillos no deben usarse jamás. Es incomprensible que aún se sigan vendiendo para la limpieza de los oídos”. De hecho, en las cajas aparece la leyenda “No introducir en el conducto auditivo”.
Nunca hay que introducir los bastoncillos dentro del canal auditivo: puede empujar la cera hacia el tímpano y que se compacte
Según el experto, emplearlos tiene más riesgos que beneficios. “Pueden hacer que algo de cera se introduzca y se compacte contra el tímpano, provocando los tapones. También pueden dañar las paredes del conducto auditivo”, y causar raspaduras o traumatismos que den lugar a infecciones, o incluso un bloqueo del canal auditivo, con el consiguiente riesgo de pérdida de audición. El riesgo puede ir más allá y, según se publicó recientemente en la revista BMJ Case Reports, un hombre de 31 años sano acabó con una peligrosa infección en el cerebro porque un fragmento de un bastoncillo de algodón que se quedó dentro del oído le provocó una otitis externa maligna.
Otros hábitos también pueden ser muy peligrosos, como introducir un objeto punzante (una horquilla de pelo, por ejemplo) porque puede perforar la membrana del tímpano. “Entre los otorrinos siempre decimos que lo máximo que uno se puede meter en el oído es el codo”, bromea el doctor Lassaletta.
Respecto a las soluciones líquidas para limpiar los oídos, el otorrino afirma que no son aconsejables. Son unos espráis que pulverizan el oído con una solución generalmente elaborada a partir de agua de mar. “Lo que hacen es humedecer dentro del oído, lo que puede aumenta el riesgo de infección”, añade el experto.
Lavar las orejas, solo por fuera
La limpieza del oído es muy sencilla, en opinión del doctor: “cada vez que nos lavemos la cabeza, por ejemplo, hay que limpiar los oídos por fuera”. No hace falta nada más, Como mucho, con la ayuda de un paño fino humedecido se puede frotar con suavidad el pabellón auditivo, pero sin introducirlo nunca en el canal.
Como insiste el doctor Luis Lassaletta, el oído se autolimpia. Para ello, dentro del canal auditivo existen unas células con una misión muy peculiar: cuando entra algo en el canal se mueven empujando el microorganismo, líquido o sustancia hacia fuera. Es una forma de defensa. Pero, al mismo tiempo, expulsa la cera que fabrica el oído, ayudado se cree por el movimiento de la mandíbula al hablar o comer.
La cera –formada por células epiteliales muertas, una sustancia oleosa y agentes antibactericidas– protege al oído de gérmenes, bacterias y otros microorganismos
Esa cera o cerumen es también un mecanismo de defensa para nuestros oídos. La piel del conducto auditivo externo, es decir, lo que va desde la oreja hasta el tímpano, contiene unas glándulas especiales que la fabrican con el fin de proteger a los oídos de gérmenes. Está formada por células epiteliales muertas, una sustancia oleosa y agentes antibactericidas.