Durante una reciente excursión a las llanuras heladas de la Antártida, un equipo internacional de investigadores descubrió cinco nuevos meteoritos, entre ellos uno de los mayores jamás hallados en el continente.
Este raro meteorito tiene el tamaño de un melón, pero pesa 7,7 kilogramos. Se trata de uno de los 100 meteoritos de ese tamaño o más grandes descubiertos en la Antártida, un lugar privilegiado para la búsqueda de meteoritos, donde se han localizado más de 45.000 rocas espaciales.
El excepcional hallazgo se dirige al Real Instituto Belga de Ciencias Naturales de Bruselas, donde será estudiado. María Valdés, investigadora científica del Museo Field de Historia Natural de Chicago y de la Universidad de Chicago, que formó parte del equipo de la expedición, conservó parte del material para su análisis.
El área de interés de Valdés es la cosmoquímica. Esto «significa, en términos generales, que utilizamos meteoritos para estudiar el origen y la evolución del sistema solar a través de métodos químicos», explicó a CNN. Valdés tomará sus muestras y utilizará ácidos fuertes para disolverlas antes de utilizar un proceso llamado química calibrada para aislar varios elementos que componen la roca.
«Entonces podré empezar a pensar en el origen de esta roca, cómo evolucionó a lo largo del tiempo, de qué tipo de cuerpo madre procede y en qué parte del sistema solar se formó», explica Valdés. «Esas son las grandes interrogantes que intentamos responder».
Al encuentro
Los meteoritos golpean la Tierra de manera uniforme en toda su superficie, por lo que la Antártida no alberga una concentración desproporcionadamente grande de ellos, señaló Valdés. Pero el hielo blanco y puro es un telón de fondo ideal para detectar las rocas de color negro azabache.
La búsqueda de meteoritos es «muy sencilla y menos complicada de lo que la gente cree», explica Valdés. «Vamos andando o en moto de nieve, buscando en la superficie».
Pero el equipo tenía una idea de dónde buscar. Un estudio de enero de 2022 utilizó datos de satélite para ayudar a acotar los lugares donde era más probable encontrar meteoritos.
«Los meteoritos en sí son demasiado pequeños para detectarlos desde el espacio con satélites», explicó Valdés. «Pero este estudio utilizó mediciones por satélite de la temperatura de la superficie, la pendiente de la superficie, la velocidad de la superficie, el grosor del hielo… cosas así. E introdujo [los datos] en un algoritmo de aprendizaje automático para decirnos dónde están las mayores probabilidades de encontrar zonas de acumulación de meteoritos».
Según Valdés, distinguir un meteorito de otras rocas puede ser un proceso complicado. Los investigadores buscan la corteza de fusión, una capa vítrea que se forma cuando el objeto cósmico se precipita a través de la atmósfera terrestre.
«Muchas rocas pueden parecer meteoritos, pero no lo son», explica. «A estas las llamamos meteor-no».
Otra característica distintiva es el peso del posible espécimen. Un meteorito es mucho más pesado para su tamaño que una roca terrestre típica, porque está repleto de metales densos.
Las condiciones a las que se sometieron los investigadores fueron agotadoras. Aunque Valdés y otros tres científicos llevaron a cabo su misión durante el «verano» del continente, que ofrecía 24 horas de luz diurna, las temperaturas seguían rondando los -10 °C, según un comunicado de prensa del Museo Field.
El equipo de investigación pasó aproximadamente una semana y media con un guía de campo polar, viviendo en tiendas de campaña instaladas en el terreno helado. Sin embargo, Valdés dijo que ella y sus colegas también pasaron un tiempo en una estación de investigación belga cerca de la costa de la Antártida, donde disfrutaron de comidas calientes y con queso, como el fondue.
- toneladas métricas que impactó en África
En cuanto a futuras investigaciones, la buena noticia, añadió Valdés, es que los cinco meteoritos que ella y sus colegas descubrieron en esta expedición son apenas la punta del iceberg.
«Tengo muchas ganas de volver allí», dijo. «Según el estudio por satélite, hay 300.000 meteoritos, como mínimo, esperando a ser recogidos aún en la Antártida. Y cuanto mayor sea el [número de] muestras que tengamos, mejor podremos comprender nuestro sistema solar».
Vinciane Debaille, profesora de la Universidad Libre de Bruselas, dirigió la excursión. Maria Schönbächler, profesora de la Eidgenössische Technische Hochschule de Zurich, y el estudiante de doctorado Ryoga Maeda, de la Vrije Universiteit Brussel y la Universidad Libre de Bruselas, se unieron a ella y a Valdés.